En el campo de la construcción, es importante drenar correctamente los terrenos para evitar que causen daños a la infraestructura superior.

La infiltración de agua en el subsuelo es responsable del 80% de las grietas en los edificios, obras de arte y manufacturados.

Cuando se habla del agua de lluvia, son las carreteras las que sufren un mayor deterioro. De hecho, si el agua no se recolecta y evacua adecuadamente en el terreno inferior, causará daños a la estabilidad de la carretera, ya que será absorbida por la estructura de soporte de la misma. Por tanto, cualquier intervención en la superficie será inútil porque el agua de lluvia seguirá creando grietas y fisuras hasta que el subsuelo se seque.

Cada terreno tiene su propio sistema de drenaje natural; la relación entre la entrada de agua de lluvia y su dispersión, sin embargo, depende de sus características. En aquellos terrenos donde no existen acuíferos subterráneos o haya un exceso de agua, es necesario intervenir artificialmente con un sistema de drenaje.

¿En qué consiste y qué es un drenaje artificial?

Según el diccionario Treccani, consiste en la «sustracción de agua de una capa de terreno o de materiales incoherentes que están empapados en ella, por medio de manufacturados especiales (canales con paredes permeables o perforadas, trincheras, túneles), a veces también denominados como desagües o drenajes».

Drenar un terreno significa, por tanto, crear una red de pequeños conductos subterráneos (drenajes) que recogen y favorecen la evacuación del agua de lluvia sin tener que modelar de forma especial la superficie del suelo suprayacente.

Por otro lado, la función de dispersión del agua de lluvia en el terreno es diferente. En este caso, el propósito no es recoger y alejar el agua presente en el terreno, sino dispersar el agua de lluvia que se genera por la presencia de superficies impermeables.

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