En la actualidad, vivimos un impulso urbanizador debido a la fuerte expansión industrial y civil, lo que, por un lado, aumenta la cantidad de agua que hay que drenar y, por otro, reduce la cantidad de terreno que puede utilizarse para la absorción de agua.

Por este motivo, cada vez se desarrollan más sistemas de drenaje subterráneos con zanjas o túneles que pretenden eliminar el exceso de agua dispersándola por el suelo.

Existen varios métodos para dispersar el agua en una superficie, el más sencillo es construir una zanja de drenaje. Esta técnica crea un «camino» permeable que el agua seguirá hasta disiparse lentamente.

Para construir una zanja eficaz, hay que crear una excavación en el suelo de entre 500 centímetros y 1 metro de ancho como máximo; la profundidad depende de la superficie de rodadura. De hecho, las zanjas de drenaje se dividen en:

  • superficiales: profundidad máxima de 5 metros;
  • profundas: la zanja puede alcanzar los 25 metros.

Para que una zanja drene el terreno, debe colocarse tela no tejida (o geotextil) alrededor de la zanja para evitar que la tierra la obstruya. A continuación, debe rellenarse con material de grano grueso (arena o grava) para que el agua pueda pasar a través de él. Por último, la excavación debe cubrirse con material impermeable.

La elección del material de relleno es crucial para el éxito del sistema de drenaje, ya que es el contraste de permeabilidad entre el suelo de la zanja y el suelo circundante lo que determina la dirección del agua y, por tanto, su dispersión.

Para facilitar la entrada de agua en la zanja y su posterior dispersión, pueden introducirse en la excavación tuberías fisuradas y/o celdas de dispersión.

 

Los sistemas de drenaje                            Por qué drenar un terreno