El drenaje artificial de suelos poco drenantes se consigue mediante una red de pequeños conductos subterráneos, conocidos como drenes, que se introducen en el suelo permeable o poco permeable y recogen y favorecen la evacuación del exceso de agua sin necesidad de moldear especialmente la superficie del suelo suprayacente.

Para investigar adecuadamente el diseño de un sistema de drenaje, es necesario identificar la infiltración de aguas subterráneas. Con frecuencia debe realizarse un estudio en profundidad de la hidrología superficial y subterránea del territorio, también mediante el tratamiento estadístico de los datos pluviométricos, hidrométricos y freatométricos, junto con una investigación geopaedológica destinada a conocer las características físico-químicas de los suelos, principalmente el coeficiente de permeabilidad y la profundidad de la primera capa impermeable.

No hay reglas que seguir para drenar el suelo, pero debe analizarse caso por caso. Por ejemplo, el cuerpo de una autopista (o de una carretera con mucho tráfico) suele constar de una calzada impermeable, arcenes laterales y un muro divisorio central, que casi siempre es permeable. El agua de lluvia, filtrada a través del suelo drenante, acabará causando daños a la estabilidad de la carretera si es absorbida por la estructura de soporte de la misma. En estos casos, los sistemas de drenaje deben colocarse longitudinalmente, a lo largo de los bordes de las calzadas y en el centro de la isla de tráfico.

En las carreteras construidas a media ladera, es decir, parte terraplén y parte relieve, se utiliza la técnica de la interceptación del drenaje colocando los drenes aguas antes de la carretera para evitar la infiltración entre la zona impermeable y el relleno.

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